jueves, 14 de mayo de 2015

SER CAPAZ DE DECIR NO



Una de las claves para poder tener un emprendimiento propio -además de la visión y la energía para llevarlo a cabo-, es la capacidad de decir que no. Muchos proyectos fracasan por el simple hecho que sus jefes no son capaces de decir que no y no establecen límites claros que les permitan controlar una situación para que la empresa no deba padecer los resultados perjudiciales que muchas veces esta carencia trae aparejada.
Saber decir que no, no significa necesariamente hacerle la guerra al mundo. Es más, muchas veces es todo lo contrario. Decir que no es un arte, una negociación en donde quien negocia, sabe perfectamente hasta donde puede ir y a partir de allí tiene muy claro que todo lo que se acuerde es nocivo para su empresa, o al menos, no tan conveniente como otras oportunidades.
En el día a día podemos encontrar decenas de situaciones en las cuales tendremos el incómodo desafío de saber decir que no: cuando un cliente quiere algo “para ayer”, cuando nos presentan un proyecto que está completamente fuera del foco de la empresa o cuando un empleado exige beneficios de manera injustificada.
¿Cómo decir que no entonces, sin sentir que estamos poniendo en riesgo un negocio o que podríamos perder a alguien de valor para la empresa? Es aquí cuando se debe poner en marcha la creatividad, la sinceridad y la diplomacia para comunicar de forma clara pero amable, el por qué de la negativa.
Si un cliente quiere el trabajo para dentro de 10 días, podemos decirle que 10 días es un tiempo muy corto para asegurarle que el trabajo quede bien, y que lamentablemente no podríamos darle garantías en dichas condiciones.
Todos queremos que el trabajo por el cual está pagando quede bien y sería ingrato tener que entregar un proyecto mal terminado por falta de tiempos.  Me acuerdo una vez que un proveedor me dijo: “hacer este proyecto en menos tiempo es como si tuvieras una torta de casamiento que llevó días de preparación, que gastaste un montón de plata en los ingredientes y sobre el final se te ocurra sacarla 15 minutos antes del horno… no vale la pena”. El ejemplo fue clarísimo.  La forma de decirme que no fue amable y creativa. Y yo accedí.
Siguiendo con el ejemplo, también podríamos decirle que si nos da 20 días en lugar de 10, podemos agregarle otros diferenciales al producto o servicio que está comprando que van a mejorar el resultado final. O incluso si nuestra intención es mantener el buen vínculo con el cliente, hasta podríamos recomendarle que en esa ocasión puntual, si el trabajo es urgente o hay fechas límite  contacte a colegas de la competencia.
Este tipo de actitudes muestra seguridad y claridad de rumbo. Quien recibe respuestas como estas ve enfrente a una persona sólida que sabe lo que quiere y no se amedrenta ante la presión de terceros. Es alguien capaz de convertir su miedo en autoconfianza. Y es exactamente esto último lo que transmite.
La realidad muestra que la mayoría de las personas, no somos capaces de decir que no todas las veces que haría falta. Sin embargo, conviene saber que se hacen mejores negocios y se obtienen mayores resultados en la empresa cuando podemos poner límites… Y eso se consigue sabiendo decir que no. 




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